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Yo solo sé amar
en mi idioma


Erika Herrera Rosales





Monolingüe




El imperio de la soledad


En la soledad
podría ocupar más espacio
pero me sigo enroscando
en la esquina derecha de la cama.

La soledad me pica los dedos
como una madrugada helada
de enero.

Me hace escuchar ruidos.
Golpes ligeros en el techo
que ponen a prueba mi cordura.

Ella me guarda compañía,
que a veces interrumpen
mis carcajadas y estornudos.

Me ha transformado en
extraña para algunos,
inadmisible para otros,
incesante en mi mente,
invencible para pocos.

Cuando estoy a solas
me revelo en mi versión más sincera,
la que nadie más conoce
salvo ella.





Cinco años


Me tomó cinco años
tender la cama,
colgar la ropa,
lavar la loza.

Cinco años
de no aspirar la alfombra,
de no trapear el piso,
de no barrer el patio de atrás.

Dejé de invitar a mis amigos a cenar
y a mis amores a pasar la noche.
Hasta que las montañas de polvo
no me dejaban respirar.

Me tomó cinco años
poner la mesa,
planchar las arrugas,
quitar el cochambre al horno,
perdonarme por el desastre
que habías dejado.

Después de tanto tiempo
a mi casa le salieron raíces
para soportar
cualquier otra inclemencia. 





La gran estafa


Como cualquier otra estafa
la estafa del amor
un día llega a tu casa.

Pasa, se acomoda
con tus miedos latentes
y con las fantasías que hurga
debajo de la almohada.

Locura o no,
ese instante dura
unas semanas,
algunos meses
o hasta la muerte.

Con una puntualidad de hierro
acabados los seis meses del ensueño
yo me levanto para colgar
un letrero afuera de mi puerta:
clausurado hasta nuevo aviso.



La jueza


Un paso en falso,
un relámpago que ciega,
una voz que se quiebra.

A mi perpetuador le deseo
sin benevolencia
una eterna y mísera
existencia.

Sin culpa, ni vergüenza
reclamo que ha hecho de mi mundo
un lugar más áspero,
violento y falto de belleza.

No soy una santa
tampoco soy una perra
ni siquiera llego a ser
una víctima perfecta.

Me levanto
del destierro
en el que me ha sumido
en esta soledad tan fétida.

Un recuerdo que incendia,
un zumbido que espina,
una pesadilla que se aviva.

El sufrimiento que emana
de esta herida que no sana
me exime de cualquier
cargo de conciencia

y lo condena
a la más cruel de las indolencias.



La planta del inframundo


Mi planta murió.
Florecía desde fuera,
se marchitaba desde dentro.

Mi planta tenía un color violeta tornasol.
Atraía por su hermosura radiante
y ahuyentaba por su aroma a cadáver.

Chupaba el agua,
la luz,
el ronroneo del viento.

Se quedó inerte
antes de las veinte semanas.
Desde mis entrañas
había crecido
con accidentes a la vida.

Mi planta hizo de mí
su partera,
su jardinera,
su sepulturera.






Haz tres respiraciones


Soy el blanco de una maldición
que me atrapa en mi flaqueza
y me aprisiona en un cuarto punzante.

Me habla sobre su obsesión por estar conmigo
por alejarme del sosiego de la marea
y arrancarme del resplandor de la medianoche.

El puñal que lanza
por debajo del ombligo
me atraviesa
mientras yo abandono mis piernas.

No sé cuánto más dure
esta plaga que
se ha convertido en un
olvido inescapable.

Tomo tres respiros
de nuevo
esperando que con el último
salga el dolor por mi aliento.



  (Des)hechos


    Hay personas hechas de harina.
       Seres que van empolvando las calles,
           provocando alergia a los demás.

                Hay personas hechas de plumas.
                   Seres que no quieren despegar
                      por no perder
                        su soberbia en el aire.

                 Hay personas hechas de madera.
               Seres que cambian de colores
             según las estaciones
         dejando a otros limpiar su hojarasca.
     
Me gusta pensar que estoy
    hecha de sal del mar,
       más densa que el agua,
           soluble en la arena
              y contenida en las olas
                 que riegan el borde de la tierra.





Casualidades


Tintineos de luciérnagas
que se disfrazan de estrellas
para hablarme del bullicio más profundo del cielo.

Migajas de pan
que van dejando las parejas en su baile
para encontrarse en la próxima pieza.

Mensajes de botella
que llegan a mi orilla
en medio de este mar de truenos.

Bálsamos de confort que aquietan
los torbellinos mentales
y los espectáculos de títeres.

Todas estas serendipias aparecen como antídoto
contra la aburrición que tengo como rutina
y la vieja adicción a las fantasías.

Estos cuentos que me cuento
los oigo como instrumentos de orquesta,
que suenan a los latidos de la vida.



Políglota



La Torpeza


Nunca pensé volverte a encontrar.
Solo que esta vez
regresas en alguien más.

Este cuerpo que engalanas
lo observo de reojo
por si acaso decides
un día asomarte
para saludar.

Temo verte a los ojos
y que sepas lo hondo
que llega el fondo
de mi querer.

Más contengo la estela
de tu encanto
que dejas a tu paso.

Me pasmo
ante el impulso
por acariciarte

y que escondo,
tropezándome con él
en el diluvio que llevo por dentro.



Dime cosas bonitas


Dime cosas bonitas.
Háblame de los polvos de estrella que guardas
en tu bolsillo, del arcoíris que moja el atardecer,
de cuando te caíste de espaldas en tu
silla frente a todos.

Cuéntame algo lindo.
Como cuando crujen las hojas secas
debajo de tus botas,cuando un relámpago
despertó la lluvia de verano, o de aquella vez
en la que crecieron tus hermanos como
gigantes nacidos de habichuelas.

¡Ándale, cuéntame!
Cuando fuiste en busca de un guerrero dragón
y te encontraste en la orilla de un lago resplandeciente
remando junto a un unicornio blanco.

O aquel día que te comiste todos los merengues
de la tienda de dulces de tu abuela
sin haberte empachado ni una sola vez
ni haberte lavado los dientes después.

¿Te acuerdas de esa historia hace unos años
cuando creíste que estabas perdido, cansando,
muriéndote de frío y una extraña te dio
un chocolate caliente en medio de la nada?

¡Diles! ¡Qué no te avergüence!
La mitad de esta gente no ha visto las mañanas colorearse  de miel,
ni ha sentido la frescura de encontrarse un viejo amigo en uno nuevo,
mucho menos ha visto como florecen tus palabras
cuando dices que me quieres.



Yo solo sé amar en mi idioma


Las melodías de mi cariño solo las puedo bailar
al compás de las salsas y las cumbias.
El alfabeto de mi afecto solo puedo recorrerlo
con las eñes y las dobles erres que nacen en mi boca.

Al exilio estoy destinada
a los amores a distancia
mientras trato de disimular el sinsabor
de los nopales secos y los aguacates rocosos.

Hago cantos al dios del agua
para que purifique la lluvia de mis ojos.
Ofrezco sacrificios a la diosa de la guerra
para que afile mi lengua como espada.
Rezo al dios del sol
para que hoy aparezca en mi ventana.

Busco palabras y encuentro malas traducciones
que no pueden hablarte sobre el destello de tus ojos
ni el apego de tus manos a mi cintura.

Así van quedando en silencio
los pájaros que rondan en mi pecho.
Siembro flores de cempasúchil
para cultivar la devoción a mis abuelos.
Fermento los magueyes y los trigos
para brindar por mis cerros perdidos.

Yo solo sé amar en mi idioma
que acentúa mis sonrisas y mis suspiros.
Me pregunto si algún día podrás escuchar
el dialecto de mi corazón.



Ensayo clínico


Al grupo lo dividieron en dos,
nadie sabía si le iba a tocar
la sustancia activa o si,
en cambio, le iban a administrar
la inerte.

Inmediatamente la pastilla
surtió su efecto.
Comencé a aliviarme,
a toser menos y dejar atrás
la congestión nasal.

En vez de la presión en mi oído
sentí la pulsión de mis latidos.
Comencé a sonrojarme otra vez
y cambiar ese color pálido
de un corazón congelado.

Seguí la dosis recomendada
por el médico:
Exprese su cariño
Permítase ser cuidada
No interrumpa el tratamiento

A unos meses de lo nuestro recaí
cuando supe que lo que consumí
era un placebo
en lugar de la cura.

Me volvieron los dolores de cabeza,
la resequedad en la garganta,
síntomas irremediables
de la enfermedad de no ser amada.



Los desubicados


Ni un aparato de ortodoncia
podría juntar
la repulsión que se rige
por la ley de nuestros cuerpos.

Corremos el uno al otro
sin poder encontrarnos
pero viéndonos pasar todo el rato.

Hoy yo voy, pero tú no llegas.
Mañana tú me hablas, pero yo no contesto.
Las gaviotas ya están hartas
de las palabras que no llegan a buen puerto.

El mar me sigue arrojando a ti,
y yo naufrago en el olaje
que me tira a la orilla
de las ruinas de tu paisaje.

Como dos huérfanos vanos
que no se atreven a dar la primera bocanada
nos quedamos hambrientos
y con un hueco por afecto.




El desamor de la poeta 


Hacerte poema
era mi mejor venganza.

Dejarte desnudo frente al público,
exhibir todos tus lunares y cicatrices
para proceder a atar la soga a la garganta
y ver tus pies caer sin suelo.

Ser alabada por crearte
por revivir nuestros mundos.
Juntar nuestras intimidades
y mostrarnos sin querer ser neutra.

Lo que no sabía era
que convertirte en arte
era también ponerme el agua al cuello.

Inundarme de dolor y rabia
para morir juntos en la imaginación,
inmortalizando tu imagen con mi letra.





El reencuentro


Te acercas
andas distraído,
llevas puestos los mismos lentes
que le quedan grandes a tu cara.

Antes de verte
supe que eras tú.
Lo fortuito del encuentro,
ya la probabilidad lo había adivinado.

Me volteo y miro
al otro lado
con la esperanza de que tu timidez
te permita sentirme también.

Nuestra marcha se entona,
nos vamos acercando
y para mi suerte
te pasas de largo,
escondido bajo las cejas
que no dejan de ver el libro que llevas cargando.

Esquivaste todos mis cálculos
ignorando el ruido de mi deseo
y yo no hago más que cederte el paso.
No hago más que dejarte marchar.
Marchitarte.

Después de anunciarte mi presencia
me ahorro el encuentro forzado
y la falsa modestia del anhelo
de que tu sonrisa se reencontrara con la mía.

Ahora ya solo caminamos solos.


Erika Herrera Rosales 2021